El embrión de los éxitos del ciclismo español se gestó en un pequeño taller de la calle Segovia de Madrid. Allí, hace 90 años, un maestro del dibujo técnico diseñaba los cuadros de bicicletas que pronto cautivaron al mercado y a deportistas. Enrique Otero ideó el volúmetro, una máquina, que siguiendo principios ergométricos, adaptaba la bicicleta al peso y a la estatura del corredor.
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