Gino Bartali no era fascista y aborrecía la política, aunque Mussolini convirtió al ciclista en un icono del régimen. Durante la guerra fingía que entrenaba, pero estaba ejerciendo de correo para una red clandestina que ayudaba a escapar a hebreos y partisanos de la muerte. Aquellos pasaportes hacia la libertad surcaban Italia escondidos en el cuadro de su bicicleta.
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